Nuevas greguerías
Siguiendo a mi respetado Ramón, me dio el año pasado por sumergirme en un proyecto de nuevas greguerías. Estas fueron las primeras:
"La obsesión por el granito en las ciudades tan solo
pone de manifiesto que los alcaldes están en la edad del pavo".
“Atención, conductor: si vas rápido por Serrano, la calle
Alcalá te dará con la puerta en las narices”.
“La primera San Silvestre se convocó solo cuando los
peatones madrileños demostraron que ya
habían adquirido un gran fondo cruzando calles con semáforo”.
“Hay que agradecer al Ayuntamiento que sustituya los
bolardos de hierro por dientes de granito. Los
moratones de las piernas son más naturales”.
La “ballena” de la Puerta del Sol se traga cada día a miles
de Jonás asustados que huyen de la ciudad de Nínive, donde, como todos
saben, ni estudiaban, ni trabajaban y,
por supuesto, ni cobraban.
Y dijo el asesor municipal: “Ya que el rio no pasará nunca
de aprendiz vistámoslo con toga y birrete para que parezca doctor a los ojos
del necio”.
A falta de pájaros, los madrileños nos tenemos que conformar
con el extraño piar de los semáforos y de los camiones marcha atrás.
Los espacios de calle delimitados por vallas amarillas son
vitrinas en las que se puede ver cómo era la ciudad cuando no había coches.
Madrid siempre presumió de su cielo hasta que la
contaminación ocultó el famoso agujero al que se asomaban los nostálgicos.
Consideraban la zarzuela obsoleta pero instalaron la sede
del Ayuntamiento en el palacio de Cibeles, sin saber que éste había sido
levantado donde se estrenó "La Gran Vía".